Comentando ”Francisco Ferrer y la Pedagogía Libertaria”, de Angel J. Cappelletti

Ferrer i Guàrdia me parece una persona de la que, en el campo de la pedagogía, tenemos mucho que aprender. Sin embargo, considero que es igual de importante desempeñar una pedagogía emancipadora para los niños como darles el amor y cariño natural proveniente de una fuente paterna, materna o docente. En este sentido, no comparto reivindicar la autonomía de un ser humano mediante la despreocupación de los cuidados emocionales o la falta de afecto. Ferrer i Guàrdia recibe críticas y acusaciones de haberse despreocupado de los cuidados de sus hijos, como podemos observar en la siguiente cita:

Parece privar de ella [la Escuela Moderna] un intelectualismo excesivo: no se percibe en ninguna parte el propósito de fortalecer la voluntad. Y sin duda tiene razón Domanget, cuando dice que en ella no se concedió bastante atención al campo de la afectividad.

Pasemos a citar partes relevantes del libro:

Pequeñas pinceladas sobre las bases de la Escuela Moderna

«La misión de la Escuela Moderna consiste en hacer que los niños y niñas que se le confíen lleguen a ser personas instruidas, verídicas, justas y libres de todo perjuicio. Para ello, sustituirá el estudio dogmático por el razonado de las ciencias naturales. Excitará, desarrollará y dirigirá las aptitudes propias de cada alumno, a fin de que con la totalidad del propio valer individual no sólo sea un miembro útil a la sociedad, sino que como consecuencia, eleve proporcionalmente el valor de la colectividad. Enseñará los verdaderos deberes sociales, de conformidad con la justa máxima: ‘No hay deberes sin derechos; no hay derechos sin deberes’. En vista del buen éxito que la enseñanza mixta obtiene en el extranjero y, principalmente para realizar el propósito de la Escuela Moderna, encaminado a preparar una humanidad verdaderamente fraternal sin categoría de sexos ni clases, se aceptarán niños de ambos sexos desde la edad de cinco años. Para completar su obra, la Escuela Moderna se abrirá las mañanas de los domingos, consagrando la clase al estudio de los sufrimientos humanos durante el curso general de la historia y al recuerdo de los hombres eminentes en las ciencias, en las artes o en las luchas por el progreso. A estas clases podrán concurrir las familias de los alumnos. Deseando que la labor intelectual de la Escuela Moderna sea fructífera en lo porvenir, además de las condiciones higiénicas que hemos procurado dar al local y sus dependencias, se establece una inspección médica a la entrada del alumno, de cuyas observaciones, si se cree necesario, se dará conocimiento a la familia para los efectos oportunos, y luego otra periódica, al objeto de cortar la propagación de enfermedades contagiosas durante las horas de vida escolar» (La Escuela Moderna, págs. 37-38).

La escuela no deberá enseñar ”verdades”, sino ayudar a que el niño encuentre sus ”verdades”, o tendrá que dar al educando una tabla de valores y, con ella, una cosmovisión.

No se trata, como en toda enseñanza tradicional, de adaptar al educando a la sociedad tal cual ella existe, sino, por el contrario, de prepararlo para tener una visión crítica del medio en que vive y para ser capaz de transformarlo desde sus mismos fundamentos.

La práctica, elemento fundamental del aprendizaje

Reclus:

«Si tuviese la dicha de ser profesor de geografía para niños […] le invitaría a largos paseos comunes, feliz de aprender en su compañía. […] Cuidaría mucho de proceder con método en esos paseos y en las conversaciones suscitadas por la visita de los objetos y de los paisajes… […] No faltaría la posibilidad de ver, si no montañas o colinas, al menos algunas rocas que rasgaran la vestidura de tierras más recientemente depositadas; por todas partes observaríamos cierta diversidad de terrenos, arenas, arcillas, pantanos y turbas; […] podríamos seguir al margen de un arroyo o de un río, ver una corriente que se pierde, un remolino que se desarrolla, un reflujo que devuelve las aguas, el juego de las arrugas que se forman en la arena, la marcha de las erosiones que despojan parte de una ribera y de los aluviones que se depositan sobre los bajíos.»

Ferrer:

«[…] Pero es preciso evitar también todo pedantismo en la dirección de los viajes, porque ante todo el niño ha de encontrar en ellos su alegría: el estudio debe presentarse únicamente en el momento psicológico, en el preciso instante en que la vista y la descripción entren de lleno en el cerebro para grabarse en él para siempre. Preparado de ese modo, el niño se encuentra ya muy adelantado, aunque no haya seguido lo que se llama un curso: el entendimiento se halla abierto y tiene deseo de saber».

El juego, elemento fundamental en el aprendizaje en niños

Además de la función del juego como ejercicio preparatorio para la vida, señala Ferrer otra aún más importante, que es la de manifestar y coadyuvar al libre desarrollo de la vida mediante el placer que provoca y le es propio:

«Debe dejarse al niño que en donde quiera que esté manifieste sinceramente sus deseos. Este es el factor principal del juego que, como advierte Johonnot, es el deseo complacido por la libre actividad. […] Es de absoluta necesidad que se vaya introduciendo substancia del juego por el interior de las clases».

El juego tiene la función de desarrollar en el educando el sentido altruista. Contradiciendo en esto a Kropotkin, afirma Ferrer que el niño es por lo general egoísta gracias a la ley de la herencia. Esto se manifiesta, para él, en su natural despótico, que lo lleva a querer imponerse siempre sobre sus iguales. A través del juego se lo puede muy bien orientar hacia la cooperación y la solidaridad, demostrándole que se obtiene mayor provecho con la tolerancia y que la ley de la solidaridad beneficia a los demás y al mismo que la practica.

La coeducación:

El naturalismo pedagógico de Ferrer […] se manifiesta también en la adopción del sistema coeducacional. La coeducación de los sexos […] es la que más se opone a las costumbres y los prejuicios vigentes en la sociedad y la que más colide con la tradición educacional y los principios católicos.

El carácter libre de la Pedagogía en la Escuela Moderna:

Ferrer quiere instaurar una pedagogía ajena a la coacción, donde el educando se desarrolle sin presiones externas. […] El niño constituye lo más importante del proceso educativo, mientras el maestro y la materia misma a enseñar ocupan un lugar secundario.

Entre los teóricos anarquistas no se suele propiciar una absoluta libertad del niño en la escuela. Bakunin, por ejemplo, creía que éste necesita cierta disciplina, que debe irse suavizando paulatinamente hasta quedar abolida del todo.

«Admitida y practicada la coeducación de niñas y niños y ricos y pobres, es decir, partiendo de la solidaridad y de la igualdad, no habíamos de crear una desigualdad nueva y, por tanto, en la Escuela Moderna no había premios, ni castigos, ni exámenes en que hubiera alumnos ensoberbecidos con la nota de ‘sobresaliente’, medianías que se conformaran con la vulgarísima nota de ‘aprobados’ ni infelices que sufrieran el oprobio de verse despreciados por incapaces»

La Escuela Moderna, pág. 89

Por todas partes se iba imponiendo la idea surgida con el naturalismo pedagógico (de Rosseau a Spencer) de que los castigos válidos sólo son los inmanentes (las reacciones naturales) y nunca los que se originan en el arbitrio del docente.

Los exámenes, los concursos, las oposiciones, seguían (y siguen) siendo una manía muy hispánica. De nada valía (ni vale) argüir su carácter traumatizante y su escaso valor como medio de evaluación (juicios dispares de los examinadores, emotividad del examinando, etc.).

Cuando la enseñanza tiene por fin la adquisición de un arte, ciencia o industria determinadas, es decir, de una especialidad —dice Ferrer— podría ser útil el examen a aun el diploma académico: ni lo niega ni lo afirma.

«Lo culminante de aquella escuela [la Escuela Moderna], lo que la distinguía de todas, […] era que en ella se desarrollaban amplísimamente las facultades de la infancia sin sujeción a ningún patrón dogmático […], y cada alumno salía de allí para entrar en la actividad social con la aptitud necesaria para ser su propio maestro y guía en todo el curso de la vida»

La Escuela Moderna, pág. 90

El único género de sanción que admitió en su escuela consistía en hacer notar al educando la concordancia (o discordancia) entre su conducta (buena o mala) y el bien propio y común.

[Sobre los exámenes] «Estos actos, que se visten de solemnidades ridículas, parecen ser instituidos solamente para satisfacer el amor propio enfermizo de los padres, la supina vanidad y el interés egoísta de muchos maestros y para causar sendas torturas a los niños antes del examen.»

La Escuela Moderna, pág. 91

En el fondo, hay otra razón aún más importante: la necesidad de excluir de la escuela cualquier forma de coacción y el propósito de no coartar la libertad del educando sometiéndolo a lo que más se parece a un tribunal de justicia.

Por otra parte, no deja de señalar las intrínsecas deficiencias del examen mismo: «Una nota o una clasificación dada en condiciones determinadas, sería diferente si ciertas condiciones cambiasen; por ejemplo, si el jurado fuese otro, si el ánimo del juez, por cualquier circunstancia, hubiese variado. En este asunto la casualidad reina como señora absoluta, y la casualidad es ciega.»

La Escuela Moderna, pág. 95

La Escuela Moderna […] fue un núcleo en torno al cual se agruparon diversas empresas dirigidas todas a la educación libertaria. Alrededor de ella giraban, en efecto, una biblioteca, una editorial, una sala de conferencias públicas, y una serie de instituciones para-escolares.

¿Es conveniente hablar de «clase trabajadora»?

En algunos ámbitos sociológicos se ha cuestionado el término «clase trabajadora» para referirse a toda la clase que no nace con privilegios económicos (no es dueña de medios de producción), ya que no todos los miembros de esta clase trabajan. Algunos estudian, otros están jubilados y hay quien cobra una pensión determinada.

Es cierto, no toda la clase dominada trabaja. Entonces, ¿por qué hablar de clase trabajadora, si no todos son trabajadores?, y, aún más: ¿Por qué hablar de clase obrera si no todos son obreros?

Es un razonamiento conveniente que nos debemos hacer para entender nuestra condición de clase, la que no tiene poder político ni económico.

Sabemos que lo que tenemos en común no es el hecho de que trabajemos, sino el hecho de que necesitemos trabajar para sobrevivir.

A partir de aquí, todo está ligado al trabajo: Las pensiones por discapacidad y las prestaciones por baja se conceden a las personas que no pueden trabajar; los estudiantes de un grado universitario, de una oposición, de formación profesional, de ciclo formativo… están ahí para encontrar su sitio en el mercado laboral; la pensión que se percibe al jubilarse está determinada por la cotización.

Como vemos, vivimos en función de nuestra relación con el trabajo. Si, de forma permanente, no podemos trabajar, precisamente el Estado nos concede una ayuda por ese mismo motivo. Y las personas que están mental y físicamente capacitadas para trabajar, lo harán en algún momento de su vida.

Por lo tanto, sí: La clase que necesita trabajar para sobrevivir se llama clase trabajadora.

Desmontando el Budismo

Es evidente que todo ser humano experimenta el sufrimiento. Pero no todo ser humano vive con él, algunos sólo lo experimentan de forma puntual. ¿Podemos saber qué es lo que determina el grado de sufrimiento? Sí: la clase social.

Cuando vives con escasez de recursos para alimentarte, tener atención médica, descansar adecuadamente, etc., vives, por lo menos, en una constante insatisfacción. Cuando, en cambio, tienes una vida abundante, no te tienes que preocupar por sobrevivir, ya que tus necesidades vitales básicas están cubiertas de sobra. Tu preocupación, a partir de aquí, se reduce en el contenido de tu forma de vivir: Las acciones de tus empresas, tu torneo de tenis, tus clases de piano…

El budismo, al igual que el jainismo, el taoísmo y el confucianismo, se caracteriza de otras religiones en que estos no se basan en una influencia divina que rige la realidad. El budismo, básicamente, te dice que aceptes la realidad, despojándote de todo deseo que puedas tener. Ya que, según la ley Dharma, el deseo es el origen del sufrimiento. Sostiene que nunca estamos satisfechos con lo que experimentamos o cómo vivimos, incluyendo a ricos y pobres, y que la solución a este problema es que no deseemos absolutamente nada. Así, te concentras únicamente en lo que experimentas, y no en lo que quieres experimentar.

La capacidad de asimilación de la práctica de esta religión no es igual de alcanzable para todo el mundo, tenga la cultura que tenga. Es más fácil aceptar que con la riqueza que tienes ya es suficiente cuando eres un Borbón o un Rothschild, que aceptar que tienes hambre cuando no tienes recursos para alimentarte.

Esta filosofía, en definitiva, es burguesa. No vas a pelear porque tus hijos tengan una educación de calidad porque aceptas que estudien en barracones. No vas a exigir cobrar tus horas extra porque ese es el trabajo que tienes. La cuestión es enfocarse en lo que vives, no en si es adecuado para ti y para tus semejantes. Si piensas en eso último, es cuando empieza el sufrimiento… o no.

Todo cambio a mejor ha venido dado, primero, a partir de la insatisfacción por las condiciones de vida; segundo, por el inconformismo y tercero por una revolución. La filosofía budista es un bache para el progreso social y nunca ha traído ni traerá el bienestar universal.

Aceptar lo que experimentas y concentrarte en eso en lugar de desear bienestar es un problema social, pero esta filosofía puede ser útil para el desempeño de ciertas actividades que SÍ contribuyen al progreso social e individual. Si piensas en lo mucho que te duele hacer abdominales, no vas a convertir el ejercicio físico en una práctica satisfactoria, sino de sufrimiento. Si en la batalla armada contra el ISIS piensas en lo mucho que te duele la bala que te ha atravesado el arma de ese yihadista, ya no tendrás la suficiente capacidad mental para impedir su avance.

En definitiva, el budismo no se debe aplicar como una filosofía de vida, sino como un ejercicio mental puntual.

¿Deberían existir límites para el humor?

Se dice mucho que en estos últimos años la sociedad está desarrollando una piel muy fina. Que, en general, nos estamos flanderizando.

Esto quiere decir que nos ofendemos con mucha facilidad, nos tomamos las bromas como algo personal, como una ofensa (directa o indirecta) hacia un individuo o colectivo. Y, a partir de aquí, sentenciamos que deberían existir unos límites a la hora de crear humor, para, a mi entender, no perder el valor de la empatía y solidarizarnos con las personas.

No todos los públicos están preparados ni mentalizados para según qué tipo de humor, claro está. Los individuos, además, tendemos a uno o varios estilos concretos, y aborrecemos o evitamos la clase de humor que nos incomoda o nos crea indiferencia.

Ahora bien, creo que nadie podría decir que nunca se ha sentido ofendido por algo que ha escuchado o que le han dicho. Ofenderse es natural, a veces nos encontramos en una situación en la que somos más propensos a reaccionar negativamente a algo que recibimos. Nos enfadamos, nos enrabiamos y nos ofendemos. No necesariamente somos así siempre, pero a veces no estamos preparados a recibir algo con buen humor. Decir que una persona es “ofendidita” es impreciso, pues no siempre somos de una forma. Una persona tímida no siempre es tímida, una persona alegre no siempre está alegre, una persona extrovertida no siempre tiene ganas de ser tan abierta con el resto de personas, etc.

Cuando una persona reacciona negativamente ante una noticia, broma, monólogo, chiste, acción, etc., lo normal es comprenderla. A mi parecer, infravalorar, menospreciar o decir “Eres un exagerado/ofendidito/dramas…” es una grosería proveniente de la falta de empatía. Contamos chistes con la intención de crear un momento de diversión. Al fin y al cabo, la finalidad es mantener unas relaciones interpersonales sanas, un buen rollo. No tenemos porqué juzgar a alguien que no lo recibe como es de esperar.

Pero, ¿qué pasa cuando una persona se ofende con algo que ha recibido? Como ya sabemos, esto es algo que nos puede pasar a todas las personas, pero hay gente que toma distintas decisiones con respecto a eso: Están los que pasan absolutamente del tema, los que expresan su ofensa… y los destructores del humor.

Ignorar lo que te ha hecho sentir incómodo, ofendido, enfadado… es la opción más sana para evitar agravar ese sentimiento destructor, expresar una ofensa es totalmente legítimo y nadie debería juzgar o denigrar a otra persona por hacerlo, pero creerse con el derecho de decidir hasta dónde llegan los límites del humor es ser un destructor del humor. En otras palabras, un totalitario.

Ofender con el humor no es agredir verbalmente ni atacar a nadie, es crear humor, para el disfrute de quien lo reciba positivamente. Ofender nunca es una intención, podríamos decir que es un daño colateral, no intencionado, pero el problema nunca es de quien emite la broma, pues no emite ninguna ofensa, sino de quien se ofende, pues percibe una acción bienintencionada con rechazo. Mas, repito: es totalmente natural. Sin embargo, no deja de ser un problema.

Por lo tanto, ¿deberían existir límites para el humor? No. ¿Es normal que la gente se ofenda? Sí. ¿Es evitable? No. ¿Entonces? A disfrutar de la vida. Un chiste no te va a matar.

El ser humano: Necesidades, inconvenientes y soluciones.

Los seres humanos nos caracterizamos de otros animales por nuestra capacidad de crear a partir del interés por un campo determinado, comprensión, esfuerzo/motivación, estudios, reflexiones y ayuda externa. También somos capaces de convivir bajo el respeto, solidaridad, empatía, amistad, organización horizontal, autonomía y libertad. La racionalidad nos permite desarrollar todas y cada una de estas aptitudes, características y valores, algunas las compartimos con los animales irracionales y otras son inherentes a nuestra condición psicológica y humana.

En esta primera entrada quiero hacer un análisis sobre nuestras necesidades como seres vivos y racionales, las cuales las dividiré en 4: Las que tenemos como animales (necesidades primitivas y básicas), como humanos (las humanas) y como un plus de los dos (las estimulantes) . También trataré de citar los problemas que se nos plantean a la hora de [tratar de] desarrollar cada una de estas necesidades. Algunos problemas surgen a partir del desarrollo de una sola necesidad, y otros a partir del desarrollo de varias. Para acabar, propondré las soluciones que deberíamos emprender tanto a escala individual como colectiva, con el fin de alcanzar la felicidad, libertad y convivencia pacífica y solidaria entre todas las especies que existimos físicamente en el actual medio.
Para la exposición de este análisis, me basaré, en algunas ocasiones, en la Pirámide de Maslow, pero adaptaré el esquema a mi modo de ver.

Para empezar voy a analizar las necesidades que tenemos como seres vivos (nuestra base), como animales y como seres humanos con el fin de realizarnos como tales.

En primer lugar, tenemos las necesidades primitivas: Respirar, nutrirse, dormir, expulsar heces y orina y adaptarse al medio en el cual se vive. Estas las compartimos con cualquier otro ser vivo. Es la base para mantener nuestra condición como seres completamente vivientes.

En segundo lugar, necesitamos la realización de las necesidades básicas: Respirar un aire limpio/vivir en un entorno favorable a la salud de la naturaleza y tener una sanidad de calidad. Es la base para mantener nuestra condición como seres vivientes sanos. Estas necesidades, aunque las compartamos con otros seres vivos, sólo pueden alcanzar su perfección o, si lo prefiere el lector, su plenitud, mediante el desarrollo de nuestras capacidades racionales, pues, en primer lugar, no podemos respirar un aire de calidad y, por lo tanto, vivir en un entorno favorable a la naturaleza, si no tomamos conciencia del medio en el cual vivimos todos los seres, respetándonos y responsabilizándonos. Los animales sólo cumplen unos mecanismos predeterminados e inherentes a su naturaleza, no tienen la capacidad de obrar correcta o incorrectamente, pues no pueden desarrollar la ética. En segundo lugar, tener una sanidad de calidad depende de nuestra capacidad de entender las características fisiológicas de cada ser vivo, (hecho que es complicado, si no imposible, de cumplirse en animales irracionales) y emplear los principios de solidaridad y apoyo, presentes también en animales irracionales, aunque algunos no lo hagan por voluntad propia. Este ejercicio nos ayuda a comprender y a tomar conciencia de que nadie debería estar por encima de ningún otro ser. Estas necesidades, a diferencia de las primitivas y estimulantes, se deben cumplir en todo momento.

En tercer lugar, tenemos las necesidades estimulantes, que presentan un papel importante en cuanto a la realización de la felicidad y satisfacción animal, y al desarrollo de nuestras capacidades humanas, o a su motivación. Estas son: Tener sexo, masturbarse, hacer ejercicio (físico y mental) y entretenerse o jugar. Todas estas son actividades que ejercemos voluntariamente, dependiendo de nuestra disposición a ello. Sin embargo, aquí entra la brecha natural entre quién puede ejercer [algunas de] estas actividades y quién no, dependiendo de la condición física del individuo: Los animales, a una edad temprana, no cumplimos con la madurez necesaria para tener sexo, y a una edad avanzada no disponemos de la energía necesaria para realizar ninguna de estas actividades. Podemos vivir sin estas necesidades, pero no, como quien dice, sentirnos vivos.

En cuarto lugar, y para acabar este primer análisis, tenemos las necesidades humanas. Es decir, las que son imprescindibles para nuestro desarrollo racional, y que sólo nosotros podemos ejercer, debido a nuestra innata condición. Tampoco podemos sentirnos vivos sin el cumplimiento de estas necesidades, pero sí vivir. A saber: el conocimiento, la libertad individual y colectiva y las relaciones intrapersonales e interpersonales bajo principios favorables.

El conocimiento es la base para vivir adecuadamente. A pesar de no tener la capacidad de disponer el conocimiento absoluto (puesto que no recordamos todo el pasado ni conocemos todo el presente), el saber nos permite alimentarnos, dormir, actuar y relacionarnos adecuadamente, es decir, conforme a nuestra felicidad, bienestar y desarrollo social y personal. El conocimiento, por otra parte, también se puede utilizar en deterioro a nuestras necesidades, por eso es necesaria una educación basada en los principios de la libertad, el respeto, la solidaridad y la empatía para impartir el conocimiento.

La libertad es tanto una necesidad como una capacidad propiamente humana. Estamos capacitados para ejercerla, puesto que disponemos de características naturales favorables a su ejecución bajo la convivencia social, y la necesitamos para desarrollar el conocimiento, nuestras capacidades y nuestra creatividad. Para ponerle una definición, la Libertad es la capacidad de obrar según nuestra conveniencia. Podemos afirmar que, llegado a un punto en la vida donde hemos desarrollado la suficiente pasión e interés en un campo determinado del saber, sabemos lo que es conveniente para nosotros mismos a nivel personal.

Autogestionarse, organizarse horizontalmente, depender de uno mismo… son necesidades y capacidades que conforman la Libertad. Estas no son sólo aplicables a escala individual, la libertad es, también, aplicable a escala colectiva.

Por último, es necesario el desarrollo de las relaciones intrapersonales e interpersonales para sentirnos realizados espiritual-individual y socialmente, siempre que estas relaciones tengan una base favorable a nuestra felicidad, seguridad, convivencia, confianza y libertad. Esta base, estos principios, tienen que impartirse con la misma importancia que el conocimiento, y son, a nivel intrapersonal, el respeto y amor propio, —que edifican la dignidad—, la seguridad y confianza en lo que se es y en lo que se hace, —que despojan cualquier prejuicio— y el esfuerzo en desarrollar las actividades favorables a la felicidad y autorrealización.
A nivel interpersonal, que no sólo crean un bienestar social, sino también individual, deben cumplirse los siguientes principios: la empatía, el respeto ajeno, la solidaridad, la sinceridad y la honestidad.

En el momento en que no se cumplen ciertas necesidades fisiológicas (Primitivas, Básicas y Estimulantes) o humanas y sociales (Conocimiento, Relaciones bajo principios y Libertad), empiezan los problemas, los cuales, si no se solucionan debidamente, provocan el incumplimiento de más necesidades, y crean, finalmente, privación, opresión, prejuicios, odio, envidia, deterioro de la salud animal, humana y medioambiental, frustración, estancamiento evolutivo y desigualdad.

Para empezar con el análisis de los problemas y el incumplimiento de las necesidades fisiológicas, humanas y sociales, cabe recordar al lector que la ignorancia (realidad innata) y el egoísmo (realidad adquirida) son factores que nos acompañan durante todo el transcurso de una vida, y, en un cierto límite no perjudican nuestras necesidades. Sin embargo, si estos no se gestionan debidamente (es decir, reduciendo al mínimo su influencia en nosotros mismos, como individuos, y en la sociedad), se convierten en el origen de nuestras molestias y problemas.

El egoísmo, aunque gestionado de manera que sólo nos sirva para satisfacernos a escala individual teniendo presente la solidaridad, empatía y respeto, es el causante de desigualdades, imposiciones, excesos/explotación e irresponsabilidades. Cuando el egoísmo rompe con la barrera humanista de la solidaridad, empatía y respeto, es cuando provoca las atrocidades y retrocesos anteriormente citados.

La ignorancia, a nivel individual, es una realidad imposible de erradicar, pero disminuida gracias, sobretodo, a la generosidad, voluntariedad, solidaridad, apoyo mutuo y empatía de terceras personas. En primera persona podemos informarnos y conocer si tenemos interés en ello (cuestionando, buscando, descubriendo y contrastando), pero siempre es fruto del trabajo y acciones de terceras personas la mayoría de información y conocimiento que nos llega. Cuando conocemos una realidad, adaptamos el conocimiento aplicando nuestro propio criterio, lo compartimos de manera voluntaria a otras personas y creamos una rueda interminable que nos permite mejorar.

Cuando no ponemos en práctica la empatía, apoyo mutuo y generosidad para enseñar lo que sabemos, impedimos el aprendizaje del individuo y, más adelante, de la sociedad. Y a partir de aquí se crean los siguientes problemas: aceptación y perpetuación de la desigualdad, obediencia ciega, excesos/explotación e irresponsabilidades.

Tal y como se puede apreciar, el egoísmo y la ignorancia van de la mano para crear problemas evitables. Cada uno de estos problemas crean realidades, hechos que nos llevan a la destrucción humana y medioambiental. Para explicarlo mejor:

  • La desigualdad (problema creado por el egoísmo y perpetuado por la ignorancia) lleva a la carencia de recursos para cumplir con las necesidades primitivas (Nutrirse y dormir bien), las necesidades básicas (tener una sanidad de calidad y vivir en un entorno favorable a la salud de la naturaleza) y las humanas (Conocimiento, Libertad y relaciones intrapersonales e interpersonales sanas).
  • La imposición y el uso de la coacción (problema creado tanto por el egoísmo —porque obligas a otras personas a cumplir tu voluntad— como por la ignorancia —porque crees que ésta es necesaria o una vía correcta para mejorar algunas cosas, cuando realmente no es así [ahora veremos por qué]—) impide el desarrollo de ciertas necesidades humanas (la Libertad, las relaciones y posiblemente el conocimiento) y puede impedir el desarrollo de toda necesidad estimulante y primitiva. Puede favorecer, por otra parte, el desarrollo de las necesidades básicas, imponiendo, desde organizaciones verticales, una conducta respetable con el medio ambiente, pero aún así gestionada valiéndose de la represión, anulando la Libertad y pudiendo anular el ejercicio de cualquier otra necesidad.
  • Los excesos o, mejor dicho, la explotación (problema creado principalmente por el egoísmo, y perpetuado por la ignorancia) impiden el correcto desarrollo de algunas necesidades Primitivas —concretamente la de Nutrirse y dormir— y toda necesidad Básica y Humana.
  • Las irresponsabilidades se originan en una carencia de estimulación de la necesidad humana de las relaciones intrapersonales, y anulan el desarrollo de las necesidades primitivas, básicas y humanas.

La unión excesiva del egoísmo y la ignorancia origina realidades problemáticas y contrarias a nuestra base animal y humana. Estas realidades son:

  • La moralidad impuesta
  • Falta de consideración y cuidado del propio ambiente en el cual se vive
  • Jerarquías
  • Baja autoestima
  • Envidia

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Sin embargo, en muchas sociedades, se nos inculca e impone una moralidad y unos valores que afectan a todas estas necesidades, y a las humanas, de las que trataré más adelante.

Debido a la moralidad cristiana, está mal visto practicar el acto sexual antes del matrimonio (un acuerdo consensuado que lleva a una unión basada, en principio, en el amor), y debido a la sociedad patriarcal, está mal visto que una mujer se acueste con quien quiera las veces que quiera, y que en el caso que un hombre haga lo mismo sea motivo de elogio.

A partir de aquí tenemos un segundo problema: la obediencia y los complejos.

La solución a estos problemas originados por una moralidad impuesta es cuestionar las ideas adventicias de la sociedad (revolución individual/personal).

Lo que impide que se cumplan nuestras necesidades Básicas son el egoísmo, el ansia de Poder y riqueza, el confort, la irresponsabilidad e, indirectamente, la obediencia. Esto nos lleva a los siguientes problemas:

  • La carencia de recursos naturales debido al saqueo excesivo de éstos.
  • El exceso de producción.
  • La falta de consideración del propio ambiente en el que se vive.
  • Priorizar la defensa de una institución antes que la del humano.

La solución, que, hay que subrayar que es difícil, ya que se trata de cambios a gran escala, es:

  • Organizar la economía en pos del bienestar general.
  • Derribar el Estado para substituirlo por asambleas, comités, etc.

En resumidas cuentas, una Revolución social.

Pasemos ahora a tratar las necesidades Humanas, las que nos diferencian de otros animales.

No debemos olvidar que la razón, un punto que nos caracteriza como humanos, ha ayudado a éste a crear y mejorar. En líneas generales. Pero la razón debe ser alimentada para desarrollarse sacando el máximo provecho.

Por eso, como animales racionales, tenemos las siguientes necesidades para desarrollar nuestra humanidad:

  • La dignidad.
  • La libertad (La autogestión, la organización sin jerarquías ni coacción, etc.)
  • Las relaciones sociales basadas en el respeto, la confianza, la sinceridad, la honestidad, la ayuda y el apoyo, etc.
  • El conocimiento (La ciencia, la educación, el contraste de información…)

Pero los complejos, la obediencia, el egoísmo, el ansia de Poder y riqueza, el confort y la irresponsabilidad vuelven a jugar un papel en los problemas e inconvenientes al desarrollo de estas necesidades.

Estos inconvenientes se traducen en:

  • Jerarquías, coacción, imposiciones, falta de información, falta de conciencia, falta de estimulación…
  • Adicciones, complejos, autoestima baja, envidia, comparar la vida de uno con la de otro, miedo, etc.
  • Drogas, pasividad, baja calidad educativa…
  • Y, como con las necesidades básicas, la prioridad hacia una institución o el lucro de una empresa antes que la del ser vivo.

En concreto, el primero se debe a la obediencia y el miedo, al ansia de Poder y al confort, e interviene en el desarrollo de la Libertad.

El segundo se debe al confort e irresponsabilidad, e interviene en el desarrollo de las relaciones sociales sanas.

El tercero se debe, también, al confort e irresponsabilidad, e interviene en el desarrollo del conocimiento.

El cuarto se debe al egoísmo

La solución a estos problemas son la Revolución individual/personal y la social, y se produce mediante:

  • Cuestionar, buscar, descubrir y contrastar (